Juan A. González

Doctor en Biología

En un paso más hacia la agricultura del futuro, una empresa de origen húngaro vinculada a Axion Space, una de las compañías del ecosistema espacial de Elon Musk, lanzará al espacio 23 variedades de semillas, entre ellas quinoa, con el objetivo de estudiar cómo responden bajo condiciones de microgravedad y exposición a radiación cósmica. Las semillas serán colocadas a bordo del cohete SpaceX Falcon 9 desde la Base de la Fuerza Espacial Vandenberg (Estados Unidos) y después de un tiempo en órbita polar, que es aquella en la que un satélite orbita la Tierra pasando cerca de los polos en cada revolución, serán devueltas a la Tierra para ser analizadas genéticamente y sembradas. La esperanza es que esta experiencia pueda generar variantes más resistentes y productivas, útiles tanto para cultivos terrestres como para futuras misiones espaciales de larga duración.

Aunque suene a ciencia ficción, este tipo de experimentos está en la vanguardia de la biotecnología y la agricultura espacial. Y, sorprendentemente, la quinoa ya tiene historia en estos temas con participación tucumana.

Estudio previo

De hecho, este nuevo experimento en órbita guarda una fuerte conexión con un estudio previo desarrollado por un equipo interdisciplinario de científicos de la Fundación Miguel Lillo (Tucumán), junto a investigadores de Canadá y del prestigioso programa Search for Extra-Terrestrial Intelligence (SETI) de Estados Unidos. El trabajo fue realizado por las doctoras Graciela Ponessa, María Inés Mercado, Daniela González, el doctor Sebastián Buedo, la investigadora Pamela Suchs, y quien escribe, entre otros.

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En ese estudio se analizaron los cambios morfológicos y el efecto sobre la germinación que experimentaban las semillas de quinoa al ser sometidas a un entorno que simulaba las condiciones del espacio exterior: temperaturas extremas, altos niveles de radiación y ausencia de gravedad. Los resultados fueron alentadores, al mostrar que la quinoa —una planta andina milenaria con alto valor nutritivo— no solo tolera ambientes extremos, sino que podría adaptarse y evolucionar de manera beneficiosa en ellos.

Posibilidades

Esta línea de investigación, que combina conocimientos de botánica, genética, astrobiología y biotecnología, abre un abanico de posibilidades: desde mejorar la producción de cultivos en zonas afectadas por el cambio climático, hasta proveer alimento saludable y sostenible en futuras colonias humanas en la Luna o Marte.

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La quinoa, con su capacidad de adaptación y su excelente contenido en aminoácidos y minerales y compuestos antioxidantes entre otros, emerge como una candidata privilegiada para la agricultura espacial. Y desde Tucumán, con la experiencia de nuestros científicos, ya estamos aportando al desarrollo de esa agricultura del futuro.